VALORACIÓN GENERAL

Procedencia de los retablos
© Albayalde  CC-BY-NC-ND

Los retablos de origen flamenco fueron muy estimados en España, pese a que nuestro país contaba con una tradición propia en este género de obras que alcanzaría cotas significativas, por su calidad y cantidad, en la Europa de fines de la Edad Media. A pesar de las innumerables pérdidas y alteraciones de las que fueron objeto, aún hoy constituyen un capítulo digno de consideración en las panorámicas de la escultura del gótico tardío: se conservan casi cincuenta ejemplares, aunque muchos de forma fragmentaria.

Su distribución en el tiempo y en el espacio no es uniforme. La mayoría se fechan entre los años 1430 y 1470 o entre 1500 y 1520, concluyendo la serie en 1558. De entre los que conocemos su ubicación original, predominan los conservados en el reino castellano, particularmente en el interior (Valladolid, Burgos, en menor medida Segovia), pero también en la costa oriental del Cantábrico. Navarra asimismo posee un conjunto significativo, estando el resto más dispersados.

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Respecto a los centros de origen, los retablos conservados en España siguen las pautas habituales. Dado su cronología no existen retablos procedentes de Brujas, que dominó la producción hasta el primer tercio del siglo XV. A partir de entonces Bruselas tomó el relevo, siendo de hecho el foco mejor representado a juzgar por los ejemplares que se han vinculado a esta ciudad, casi siempre por atribuciones no contrastadas por marcas.

Los retablos de arcilla de Utrech, de la segunda mitad del siglo XV, no son muy numerosos, pero sí bastante significativos. Su inclusión en este catálogo aconsejó desestimar el término de retablos brabanzones, sustituyéndolo por el de flamencos, que siendo también inexacto, está más consolidado en nuestro ámbito. Finalmente los talleres de Amberes adquirirán mayor protagonismo desde el año 1500, lo que se refleja en la procedencia de las obras más tardías. No obstante, queda aún por determinar el origen de unas cuantas piezas.

Con independencia del foco de procedencia, algunos ejemplos muestran ciertas singularidades que pueden interpretarse como concesiones a la tradición local. La convivencia en una misma obra de unos compartimentos reservados a relieves y otros a tallas exentas (ocasionalmente de notable tamaño) como sucede en los retablos de San Salvador de Valladolid o el de San Lesmes en Burgos, la peculiar inserción en el muro de este último, o la presencia de entrecalles en el de Errenteria aportan ciertamente variantes inusitadas frente a las tipologías más estandarizadas.

Con todo, a decir verdad, conviene advertir que por lo general estas obras no son fáciles de sistematizar y a menudo inducen a pensar que la excepción tiende a convertirse en norma. No será ajena a ello la desaparición de muchísimas obras que ha limitado de manera notable nuestra visión de lo que pudo ser en origen la producción flamenca de retablos.

Prácticamente la mitad de los retablos estudiados conserva casi íntegra su configuración original, si bien algunos han perdido las puertas (Las Navas), parte de la tracería (Santibañez), e incluso personajes o grupos escultóricos completos (Vitoria, San Juan de Valladolid).

En ocasiones las cajas originales han desaparecido (Lekeitio), han sido alteradas (Errenteria) o cuentan con predelas u otros elementos añadidos in situ (Belmonte). En el peor de los casos los relieves carecen de arquitectura (Barcelona, Madrid) o se insertan en estructuras posteriores, normalmente barrocas (Laredo, Segovia).

Las policromías también acusan el paso del tiempo. Algunas aún son originales, de gran calidad y belleza (Logroño); otras se cubren con repolicromados, a veces de gusto refinado (Cifuentes), sin faltar ejemplos de decapados casi totales (Barcelona). Repintes posteriores e intervenciones torpes de mantenimiento ofuscan y desvirtúan ciertas obras, alterando su percepción.

Este catálogo no sólo recopila información que se encontraba muy dispersa para ponerla al alcance del simple interesado o del especialista. También supone numerosas aportaciones propias, basadas en la observación directa, y referidas en especial a un mejor conocimiento de los procesos de elaboración, las técnicas empleadas en las policromías e incluso en alguna ocasión al reconocimiento de marcas hasta ahora inéditas.

En la línea de los últimos estudios sobre obras restauradas, caso de los del retablo de las Navas, el de Vitoria o el de Errenteria, se ofrece un enfoque múltiple, en el que las consideraciones históricas, estilísticas o iconográficas van acompañadas con los resultados de los análisis técnicos y científicos. Se pretende así obtener una visión global, más certera de las obras, con el deseo de que de esa manera se estimulen intercambios de información que impulsen nuevos progresos en el conocimiento de los retablos flamencos.

M. Barrio Olano, I. Berasain Salvarredi, J. Muñiz Petralanda

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