El convento de San Antonio el Real fue fundado por Enrique IV, rey de Castilla, avalado por una bula papal de Calixto III, fechada el 19 de mayo de 1455. Para tal fin, el monarca cedió a los frailes franciscanos una residencia propia, la Casa del Príncipe, cuyos restos aún se conservan tras la fachada lateral de acceso a la clausura.
Construida la iglesia, el retablo ya estaba instalado en el presbiterio en 1466, cuando el barón León de Romisthal, que visitaba Segovia aquel año, lo describió como “un hermoso retablo adornado de oro y plata”. De acuerdo a su testimonio, fue el propio rey quien financió la obra pues añade en la crónica de su viaje que “según fama el templo con sus adornos tuvo de costa al Rey, doce mil aúreos”. Su implicación obedecería a que había concebido este espacio como el lugar de su propio enterramiento, según afirmaron las monjas clarisas, cuando al ocupar el convento en 1488, se sorprendieron por la magnificencia de su capilla mayor.