Perdidas las puertas del cuerpo principal y dedicadas las superiores a la Iglesia y la Sinagoga, conservamos tres pasajes de la Vida de San Juan Bautista: en la calle principal el momento en el que accede a bautizar a Jesús, a quien acompaña un ángel que sostiene su túnica, en las aguas del Río Jordán. El espacio vacío que queda sobre él estaría reservado, dada su escasa superficie, para la representación del Espíritu Santo en forma de paloma y acaso un busto de Dios Padre envuelto en una gloria de nubes.
A los lados se incorporan dos célebres episodios de su historia: el de la izquierda corresponde a su martirio, con el verdugo alzando el alfanje dispuesto a decapitar al santo mientras Salome aguarda con la bandeja en la mano, dispuesta a recoger su cabeza, en compañía de una sirvienta. Ambas reaparecen a la derecha, en la escena del Banquete ante Herodes y Herodías, que observan sorprendidos como Salome deposita su trofeo sobre la mesa.