La mayoría de los personajes se caracterizan por poseer rostros enjutos pero de estructura ancha, ojos grandes con el ceño fruncido, narices cortas y gruesas, pómulos y mentones prominentes y labios carnosos, pero bien perfilados. Pese al uso de estos rasgos comunes se ha logrado una notable variedad de expresiones: la brutalidad de los soldados y verdugos contrasta con la serenidad del Cristo en la Resurrección o la vocación de los apóstoles y estos a su vez con el dramatismo del Crucificado o la crispación de la Virgen y San Juan del Calvario.
Otras figuras como el ángel del incensario que se encuentra junto a San Pedro o los que recogen la sangre de Cristo y la Santa Catalina del banco muestran caras menos huesudas, de rasgos más dulcificados, ojos ligeramente rasgados y cabelleras de densos rizos.
Las telas muestran un tratamiento contenido: el número de pliegues no es excesivo ni definen aristas muy afiladas y en algún caso poseen incluso un trazado curvilíneo u ondulado.