Se trata de un escultor dotado para la composición y definición del espacio. Pese a las reducidas dimensiones del relieve es capaz de distribuir siete personajes con notable habilidad, dotando a cada figura de un lugar propio, intercalando incluso vacíos entre ellas, lo que transmite al espectador cierto desahogo. Además la ubicación de los personajes, en torno a la figura de Cristo, enfatiza el motivo central, sirviéndose del cuerpo de Jesús como nexo entre los participantes del drama.
Respecto a las caracterizaciones su labor resulta algo más irregular: los rostros redondeados, de ojos grandes y narices y bocas anchas pecan en general de cierta ingenuidad, pero en su mayoría logran trasladar una sensación de pesar muy contenido, casi interiorizado. Especialmente notable por su dignidad es el del criado que desenclava los pies del Salvador.
Los pliegues de los paños, quebrados con mesura, y las actitudes estáticas, contribuyen a la sensación imperante de sereno dramatismo.