La convivencia en este retablo de episodios aparentemente tan inconexos como la Última Cena, el Pentecostés y la Asunción-Coronación de la Virgen hacen de ésta una obra ciertamente peculiar que se presta a lecturas diversas como la Glorificación de María o la Exaltación de la Eucaristía.
Como ha advertido la profesora Périer d’Ieteren en el estudio elaborado a raíz de su reciente restauración, la clave podría residir en la identificación de estos temas con devociones promovidas por Trinitarios y Agustinos, hipótesis ratificada por la importante presencia del Espíritu Santo en las dos escenas en las que María está presente. En este sentido, conviene recordar además que fue precisamente en la Última Cena cuando Jesús anunció a los apóstoles la próxima llegada del Espíritu Santo.
Menos claro resulta, considerando la desaparición de buena parte de sus relieves, el sentido de los encasamentos de las entrecalles, que podrían estar dedicados al ciclo iconográfico de un Santo Obispo.