Aunque este retablo posee marcas de Amberes, algunas de sus escenas, como la de la Adoración de los Magos o la Anunciación, evocan en la distribución y actitudes de sus personajes obras de los talleres de Bruselas activos en los primeros años del siglo XVI (Saluces, Strangnas), complicadas aquí con la incorporación de nuevos personajes. Sus caracterizaciones, sin embargo, no son tan delicadas. Salvo en el caso de la Epifanía, donde su rostro de ojos rasgados resulta más fino, María muestra un rostro hinchado, melancólico a veces, casi ausente otras, pero siempre con ojos grandes y párpados pesados, similar al de los retablos de Jader o el del Museo Estatal de Estocolmo, aunque con un cabello algo más encrespado. Más variados resultan los personajes masculinos, algunos de expresión grave y otros, casi burlescos. Todos visten con telas de plegados duros y densos, pero no aristados, destacando por su modernidad las mangas abullonadas de la figura situada tras Melchor.