No son demasiado frecuentes los retablos flamencos esculpidos de encasamento único, y aún menos entre las obras tardías de su producción. De hecho, por lo que sabemos, es un caso excepcional, pues en otros retablos contemporáneos procedentes de Amberes, como el del Dulce Nombre de Vitoria, la estructura es mucho más compartimentada y por lo tanto se reducen el tamaño de las escenas y los personajes. Probablemente la estrechez de la capilla donde está instalado condicionó este formato tan inusual, atendiendo acaso a la demanda específica del promotor.
El retablo riojano consta de un banco en el que se abren cuatro compartimentos para albergar otras tantas reliquias dispuestos entre dos netos con decoración heráldica. Sobre estos apoyan dos columnas acanaladas de orden corintio con el tercio inferior de talla en las que descansa un arco rebajado, que da paso a una bóveda reticulada y abocinada decorada con tracería geométrica. Un tímpano recto y denticulado corona el retablo.