La ausencia de documentación no permite confirmar la presencia de estos relieves y tallas en la iglesia de Castillonuevo hasta poco antes de 1928, cuando se incluyeron en un inventario de los bienes de la parroquia que ya los situaba en su emplazamiento actual.
En todos los casos se trata de piezas reaprovechadas dispuestas en retablos barrocos de fines del siglo XVIII, asimismo indocumentados, pues el libro de fábrica más antiguo se inicia en 1892. Además, el hecho de que los áticos de los muebles colaterales no se acomoden a la cornisa interior del templo sugiere que al menos estos pudieron haber sido realizados para otra iglesia. Quizás tampoco los relieves fueron elaborados en origen para la parroquia de Castillonuevo, pues se desconoce la existencia de un promotor local relevante en el siglo XVI. Eso explicaría una tradición popular que asegura que estas obras pudieron llegar de paso cuando se encaminaban a otro destino.